¡Aquí sigue con nosotros, en las bugambilias, en todo lo que él sembró! ¡cuántas veces él barrió este patio!”, fueron algunos de los comentarios que se escucharon entre asistentes al homenaje que se rindió en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), en el corazón de la ciudad oaxaqueña, al gran maestro Francisco Toledo.
El reloj dio las 17:10 horas, una valla hecha por jóvenes dio paso a Trine Ellitsgaard, esposa, así como a Sara, Benjamín, Laureana, Natalia y Jerónimo, hijas e hijos del artista más destacado de México, reconocido activista de causas relacionadas con el medio ambiente y derechos humanos.
Dios Nunca Muere y Cielito Lindo fueron las melodías que interpretó la Banda de Música al exterior del IAGO, y los aplausos por más de un minuto hicieron retumbar el espacio que fundó y en donde era común ver al maestro.
Un autoretrato del maestro en el centro del patio del IAGO, una veladora encendida y alrededor diversas coronas adornaban el lugar, además de las bugambilias y enredaderas que a decir de asistentes, fueron sembradas por el artista plástico.
Una de las hijas del maestro fue quien tomó la palabra para dar las gracias por todas las muestras de cariño a su padre, por todas esas expresiones en su honor. Después de derramar su más sentido llanto en uno de los espacios más queridos por el maestro Toledo, y recibir condolencias, la familia se retiró.
“Chico Toledo, el más grande oaxaqueño”, exclamó una voz entre asistentes, mientras una mujer más leyó entre llantos palabras de la pluma de Martha Patricia Montero.
“¿Quién hará de sus casas museos, regalándolas con total desprendimiento al pueblo y los artistas?, ¿Quién echará a volar papalotes para que los desaparecidos nunca se alejen de nuestros corazones?, ¿Quién recodará que los huaraches, la ropa de algodón y el pelo enmarañado son suficientes si se tiene una vida coherente y la gracia de desparramar alrededor los dones de esa vida?”
“Ay Francisco, que huérfanos nos dejas… Hoy ya eres más ligero que las nubes de los cielos que te vieron soñar y hacer de esas ensoñaciones un arte irrepetible…”, fue lo que se leyó.
Acatando lo que decían las y los jóvenes que organizaron la valla, asistentes respetaron el duelo, pasaron en hileras, esperaron el tiempo que les era indicado para poder pasar y rendir homenaje a “Chico Toledo, el más grande oaxaqueño”.