Durante su primer año de gobierno, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), manifiesta una personalidad dual. Por un lado, se manifiesta como Presidente de la República en donde asume el cargo con la responsabilidad debida, se podría decir que predomina en él la ética de la responsabilidad.
Por otro lado, no deja de ser “El Peje”, el inconforme del estado de cosas en la nación, el que se siente a gusto rodeado por la gente, por quienes define como el pueblo. En este caso predomina la ética de la convicción.
AMLO ha sabido distinguir los momentos del Presidente y los momentos de El Peje. Los críticos alaban su actitud como Presidente, vale un ejemplo de ello: su responsabilidad en la política económica. Sus proyectos de presupuesto público así lo expresan. No hay un desbordamiento del presupuesto hacia un excesivo gasto del aparato público, al contrario, su política de austeridad republicana tiene contentos a tirios y a troyanos.
Por otro lado, El Peje surge en su personalidad cuando, por ejemplo, en su afán de trascender en la historia del país otorga gran cantidad de recursos públicos para aliviar la situación de los menos favorecidos social y económicamente, en el presupuesto para el 2020 para los pobres es del 41% de todo el presupuesto para protección social.
Su arenga, como Peje, en contra a los que considera los enemigos del pueblo, denostándolos, agrediéndolos, declarándolos enemigos de su gobierno, que los engloba, de manera general, en la categoría social y política de conservadores.
Esta personalidad “pejiana” aparece también en sus necedades de políticas públicas que los críticos le han manifestado su equivocación, por ejemplo, el procedimiento de la austeridad republicana, que ha rayado en franciscana, que está ahorcando áreas estratégicas del aparato de gobierno. Se suponía que tal austeridad era evitar los abusos, los excesos de la administración pública y no atentar contra su propia operación.
De la misma manera, su política de tomar en sus manos, de centralizar decisiones de gobierno y de administración, ocasiona que el aparato público no puede actuar con la regularidad y eficiencia debida, el por él llamado “elefante reumático” originando falta de acción de la administración pública, por ende, de subejercicio del gasto público. El Peje es un cuello de botella para la acción administrativa.
Otro ejemplo fue cuando el Secretario de Hacienda le presentó el Plan Nacional de Desarrollo elaborada con la ortodoxia debida, de acuerdo a la lógica de planeación, El Peje, no el Presidente, redacta y dirige la redacción de un plan a su idea, estilo, acercándose a un plan político más que a un plan económico.
Los críticos han destacado más la personalidad de AMLO como Peje más que como Presidente. Como primer mandatario de la Nación ha tomado decisiones que lo equiparan como hombre de Estado. Por ejemplo, su relación cauta, prudente, responsable con el difícil Presidente de los Estados Unidos de América, su relación con los presidentes centroamericanos, su cotidiana vigilancia del estado en que guarda la política de seguridad, su relación respetuosa con los gobernadores, dueños del capital, los sindicatos y los movimientos sociales, su amnistía a delincuentes menores, o los llamados “delincuentes de pobreza”.
En verdad, AMLO está adoptando poco a poco más la actitud de Presidente que la de Peje, existe una diferencia notable de los inicios de gobierno que los finales del año de 2019. Sin embargo, el predominio de un carácter u otro preocupa.
No cabe la menor duda que su lucha en contra de la corrupción une a las dos personalidades, la Presidente y la de Peje. Como Presidente asume toda la responsabilidad de borrar del gobierno mexicano los actos de corrupción, asume también los riesgos que ello implica, son intereses muy fuertes los que están en juego.
Son logros en la materia detener el huachicol de la gasolina, de las compras del gobierno, de los moches parlamentarios y administrativos, de acabar con la intermediación de organizaciones sociales en la distribución de los recursos públicos, de suspender la política de exentar impuestos a los grandes capitalistas, en suma, de buscar la separación de la política la economía. Acabar con la corrupción, limpiar al gobierno de este cáncer es una tarea titánica que implica al Presidente y al Peje. Al Peje por su determinación, valentía, entereza, temple, plena vocación para ello, en este caso, AMLO es todo Peje. Es el líder social en lucha y al Presidente por su continuidad y cotidianidad de la lucha.
Está en lo cierto cuando afirma que el problema fundamental de México es la corrupción, lograr erradicarla es lograr el renacimiento de México, este es el meollo de su gobierno. Tiene las cualidades para lograrlo: la de Presidente y la de Peje.