La mirada encaminada al mejor gobierno de lo común en los términos de libertad ya no radica en el gobernante como lo fue en antaño, tampoco en el pueblo como se sigue defendiendo actualmente, sino en el régimen político, este es el nuevo soberano, el nuevo príncipe.
El planteamiento es por demás interesante, la eficacia del gobierno, de verdad depende menos de las cualidades del gobernante, tampoco depende más de la voluntad de los ciudadanos que cada día es más difícil traducirlo en eficacia gubernamental, hoy se depende más de la eficacia del régimen político, del aparato relacional, del modo de relacionarnos para la búsqueda del bien común sin renunciar un ápice a las libertades.
Poner énfasis en el dispositivo, en el conjunto y de su red de relaciones y no en los sujetos como en los gobernantes, los ciudadanos o el pueblo, para alcanzar el buen gobierno en los Estados, tiene implicaciones muy importantes en los términos de la eficacia de la política.
Nos parece que hoy en día, estar sujetos a los humores de un hombre, a su voluntad, a sus virtudes, capacidades, ya no es viable, razonable, aunque tardaremos años en entenderlo y sustituirlo, por lo que es válido su estudio. Por otro lado, pensar, actuar, justificar todo en nombre del pueblo o de los ciudadanos, es también cada día más inútil ante hombres y mujeres que viven en el hoy y ahora, con poco interés en los asuntos públicos, mucho menos en los asuntos de Estado.
En medio de estos fenómenos se alza la práctica de la corrupción precisamente por la aparición de los fenómenos anteriores. Si ambos sujetos de la tradición gubernamental se extinguen, habría que buscar su sustitución, que no está en la sociedad, Estado, orden jurídico, orden moral, en el ciudadano, todo esto aislado en sus relaciones de poder, sino considerado de conjunto, en unidad, en un orden vertical y horizontal, en un dispositivo eficiente para gobernar, otorgar seguridad y asistencia a la población y a las personas, esto es: el régimen político.
Esto implica un cambio de las categorías y del lenguaje de la política. Por ejemplo, en lugar de dividir a la población entre derechas e izquierdas es conveniente dividirlos entre las personas que desean conservar nuestro planeta y los que les importa poco su destrucción, su muerte, la alternativa es, hoy en día, vida o muerte. O entre competencia y compartencia o cooperación.
La competencia, si bien ha incentivado el progreso y el desarrollo humano, no se puede ignorar que ha significado el inicio del proceso de extinción de la vida de nuestro planeta y de la calidad de vida de las personas.
Competencia o compartencia es la disyuntiva que se abre hoy en los análisis de los procesos gubernamentales. Los conceptos, las categorías y el nuevo lenguaje político debe de aparecer, un nuevo Maquiavelo es necesario. Además por la peligrosidad de las fuerzas extra estatales, como el crimen organizado y el capital especulativo, que significan la ruina de las naciones en corto tiempo, se debe revalorar la Razón de Estado.
Además de la capacidad del gobernante, de los propios ciudadanos, para resolver los problemas y de atender los conflictos, se necesita de un dispositivo eficaz para gobernar con mucho mayor eficacia, si damos al régimen político mayor importancia para ello, estaremos en el camino para dejar de concebir a la práctica política como la constante mera búsqueda del poder y considerarla como un artificio para lograr el bien común, la felicidad y el bien estar.
La seguridad y el goce de la libertad de las personas son dos objetivos básicos del Estado y de los gobiernos. Hoy, estos dos valores están muy expuestos para su pérdida, los ciudadanos y la población están siendo sometidos por un proceso incesante de pérdida de la libertad y de la seguridad por el debilitamiento del Estado y del surgimiento de poderes extra estatales que lo cuestionan seriamente.
En este sentido, para proteger las libertades y seguridad de las personas es necesario que el Estado asuma con mayor regularidad, la acción basada en la doctrina de la Razón de Estado que no contradice la idea de la política como el arte del buen gobierno. Un Estado que garantice estos dos valores, por lo menos, no es posible desconocerlo como una institución de beneficio común.
Desde luego, la práctica de la Razón de Estado, debe ser en forma esporádica pero que su necesidad es cada día más evidente. Los ciudadanos, los gobernantes, los inversionistas, los productores, los comerciantes, los niños, todos, necesitamos estar asegurados en nuestras vidas y propiedades.
No sólo los fenómenos sociales, políticos y sociales requieren de la seguridad y de las libertades necesarias, también la seguridad de nuestro hábitat, nuestro planeta, nuestro mundo, repetimos, hoy en día, los hombres ya no es posible dividirlos por su lugar en la producción, distribución y consumo social, sino entre hombres que tratan de conservar nuestro planeta, nuestra naturaleza y los que tratan de destruirla.