Ante la proliferación de los derechos, de las necesidades, pensar en la Razón de Estado, muy lejos de su idea de la apropiación privada de lo público, requiere de la reformulación del contenido básico de la Razón de Estado: lógrese el bienestar común, el ejercicio de las libertades mediante la acción eficaz del Estado, del gobierno y de la administración pública.
Parece que no hay otro camino. No será una dictadura de un hombre, de un partido, de un grupo; tampoco una tiranía. Simple y llanamente, envuelve a este Estado, gobierno y administración pública, una República Democrática. En donde se debe hacer lo posible que el mandato de la eficacia sea un mandato del pueblo soberano. La seguridad y el bienestar adquieren el estatuto de razones de Estado.
Si además de gobernar bien, el gobernante desea obtener gloria, debe ceñirse a ciertas reglas básicas, como por ejemplo: No querer hacer todo o pretender no hacer nada.
Es increíble pero unos gobernantes al enfrentarse a los complejos problemas de gobernar, inician acciones de gobierno más allá de sus alcances, o en sentido opuesto, no iniciar nada, mantener las cosas como están, por el miedo de enfrentar los complejos y profundos problemas y conflictos de gobierno.
No actuar por sí solo ni buscar la participación de todos. Actuar por iniciativa propia y pretender lograr el objetivo solo es de verdad una estupidez, sin embargo, existen gobernantes que se atreven hacerlo, por otro, lado, los gobernantes pusilánimes pretenden que las acciones de gobierno lo hagan todos, tirios y troyanos, tampoco es concebible tal acción.
Procurar evitar a las innovaciones, salvo que sean imprescindibles y se tenga la certeza que esas innovaciones mejorarán su reputación y su prestigio. Es prudente aparecer en público muy generoso pero ser ahorrador en lo privado y en lo personal, lo segundo sustenta lo primero. Con la misma determinación con que se lucha en contra de los opositores se debe de luchar en contra de los placeres. Por el gusto por los placeres se olvida de las obligaciones de gobierno.
Con la misma determinación buscar la gloria y la fama en la paz y no en la guerra. Esta propensión de buscar la fama y la gloria a cualquier costa de los gobernantes ha conducido a sus pueblos a la desgracia, buscarlas en la paz es el camino correcto. Es primordial siempre y es de buen ver atender a los pobres y miserables y tratar a los demás bajo las reglas de la educación y del donaire.
Como es de observarse en el oficio de gobernar existen normas básicas, el abc de todo gobierno que los políticos deben traer como si fuera catecismo y son las reglas referidas en el anterior párrafo. La Razón de Estado nos introduce a fuerza en estas lógicas de las relaciones de poder, en cambio, en la política es posible caer en el campo de las ingenuidades.
La otra cara de la moneda del modo de gobernar por la Razón de Estado es el gobierno cívico o la República, no hay de otra, es uno u otro en el oficio de gobernar, en ambos casos se logra la eficacia de gobierno.
En uno el camino es más corto, la Razón de Estado, en el otro, el gobierno cívico, es mucho más largo el camino por las grandes dificultades en su constitución y construcción.
Los gobernantes prácticos han hecho de los modos una combinación que ha resultado conveniente en el mejor de los casos, algunos le han llamado gobierno mixto a esta combinación. Lo difícil es conocer los grados de la mezcla y combinación exacta, esa es la cuestión, se ha dicho que la exacta combinación ofrece mayor y mejor estabilidad de los gobiernos y regímenes.
Conviene destacar que el gobierno cívico o el Estado cívico mejor dicho, se empieza con la imperiosa necesidad de que el gobernante haya aprendido primero a gobernarse a sí mismo, el gobernante que se deja gobernar por sus pasiones, deseos e intereses particulares, difícilmente tendrá éxito en el gobierno.
Por otro lado, quien aspira a dominar a otros, para empezar debe ser virtuoso para obtener éxito en todos los sentidos. Saber distinguir, a primera vista, la verdad del error. Estar bien informado sobre las costumbres, las formas de relación social y la historia de la República que pretenda gobernar.
En el caso del gobierno cívico, la bondad del gobernante tiene que ser auténtica y sincera, que trae tranquilidad y libertad, la identidad en esta materia con la población es fructífera para la República.
Ganarse honores públicos es el resultado del amor entre gobernante y gobernados, pues es bien cierto que la población ama a los hombres buenos, mucho mejor si son gobernantes. El honor a la verdad distingue al gobernante cívico, es una recompensa a su virtud, de eso no cabe duda alguna.
El camino largo, por camino de gobierno cívico o el camino corto, por Razón de Estado, esa es la cuestión.
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