En política, es normal juzgar a las personas por su apariencia, por las formalidades en las relaciones en el poder público, sin embargo, la verdadera valoración de un político debe ser por su carácter.
Así, el político se puede disfrazar de lo que quiera, sin embargo, su piel, sus huellas, su olor, lo delatan, querer ser león es inútil si tiene la personalidad de tejón. El político que vive en el mundo de las apariencias, más pronto que tarde es descubierto.
Un político con carácter es una garantía en el ejercicio del poder público y en las relaciones políticas. El carácter saca a flote las diversas dificultades que implica gobernar, por el contrario, un político sin carácter es, irremediablemente, causa perdida.
Por las labores que desempeña, el político o el gobernante, deben tener una presencia grande,porque grande es su carga pública. Demostrar pequeñez en el cargo público, para el político, es no hacer honor a su enorme responsabilidad. La presencia, no significa despotismo, sino educación, amabilidad, cortesía, gentilhombre. Recordemos, los grandes políticos son como el fuego, repelen a sus enemigos y dan calor a los amigos.
La carrera política tiene la impetuosidad y la velocidad de la flecha, por las grandes responsabilidades que implica el deber de atender con esmero y profesionalismo las necesidades de la población, pero el político debe de entender que tiene que darle el blanco como la flecha, en caso contrario, seguirá volando en vano, pues habría que entender, tal como la flecha, no hay vuelta atrás.
El político vale y se da conocer por su causa, este es su mayor tesoro, la causa lo es todo. Un político sin causa, es una contradicción, sencillamente no se le puede llamar político. Por la causa, si es posible, habría que dar la vida misma. En la memoria colectiva persisten siempre los grandes políticos que representaron las mejores causas.
Si decimos que la política es una actividad para resolver los grandes problemas comunes de la sociedad y que para ello le es menester contar con un carácter sólido, pero también debe aprender a ejercitar, puesto que también es práctica, su corazón y su mente.
La salud mental de un político es fundamental para un buen desempeño de un cargo público, la mente y de su control habla de la existencia de un extraordinario político. La frialdad del conocimiento por la mente se debe acompañar de la sensibilidad del corazón. El político debe de aprender que toda política es ética actuante, mente y corazón van siempre juntos.
Más de las veces, el político se envuelve en la cotidianidad en el desempeño de su cargo, regularmente vive en la contingencia, ser absorbido por esto es de lamentarse. Debe romper con esta cotidianidad y apegarse siempre lo que quiere lograr. Es pertinente tener objetivos muy altos en correspondencia a la grandeza de su corazón y de su fortaleza mental. Esto último, es la manera de romper con la cotidianidad del mundo de la política. Con esto se gana el aprecio de la gente.
La actividad en la política es un ejercicio constante. Es activa siempre, nunca hay descanso, por ende, es también permanente. En la política no se tienen horarios, sólo los burócratas de la política se asignan horarios. Es necesario no confundir un servidor del Estado con el político. El político es sólo servidor de la población y utiliza la estructura del Estado para los fines públicos.
También la política y el político deben ser enérgicos, los grandes problemas nacionales no son para blandengues sino para hombres y mujeres de energía constante. El buen político cuando acaba una tarea inicia, inmediatamente, otra.
Las tareas del político, regularmente son grandes, cuanto más grandes mejor, porque mayores serán sus esfuerzos. Sus objetivos y sueños pueden estar presentes, puede ser que no tengan importancia ni hoy ni mañana, pero lo pueden tener en los siglos por venir. El político tiene que tener siempre un sueño, que siempre ilumine sus ojos y su largo caminar le enseñe y le diga a la gente que tiene ese sueño.
Causa, sueño, mente, corazón, energía, voluntad, experiencia, razón, conocimiento, son las herramientas de todo buen político, más bien, ser político ya implica todo ello.