En estos momentos de apremio, es necesario saber que el ser humano, sobre todo los que gobiernan, no esperen sentados bajo un supuesto e inexorable destino que nos espera.
Se debe actuar libre, que es una manera de interferir en la ley de la muerte, siempre se debe de pensar en el inicio de algo nuevo. La pandemia y la crisis económica que nos espera, es oportunidad para un nuevo inicio para la humanidad. Se debe entender también que el ser humano no nace para morir, sería estúpido pensar de esta manera, sino para empezar siempre.
El hecho de que el hombre tenga la capacidad de actuar, el hombre que actúa siempre ha sido valorado en la historia, significa que de él se puede esperar todo, hasta lo inesperado, que puede realizar lo que es infinitamente improbable, esto esperamos de nuestros gobernantes para salir bien librados de la crisis mundial.
Lo anterior es posible, todo es posible en la acción del hombre, porque el hombre es único como humanidad y cada uno en lo individual, de modo que con cada nacimiento, una especie de eterno retorno, llega al mundo algo exclusivamente nuevo. De aquí que le debemos tener confianza al hombre.
Nacer y nacer de nuevo, después de esta crisis,todos debemos renacer. Nacer es un verdadero milagro, sin embargo, la auténtica gloria del nacer y del renacer, está en cómo confirmamos nuestra identidad mediante las palabras y los hechos, esto es precisamente lo que esperamos de nuestros gobernantes.
Lo maravilloso del ser humano es que puede actuar, ir más allá de sus necesidades biológicas, dar vida a algo nuevo cuyo valor fundamental se pueda reconocer de forma social y pública. Por eso, después de que nuestras vidas pasen del peligro, debemos iniciar algo nuevo, volvamos a renacer, cada uno en sí y en lo social, político y económico.
En verdad, la acción es la única actividad humana que no necesita cosa, ni materia, y, por tanto, se puede considerar como la esencia del ser humano. El hombre auténtico es aquél ser que actúa, hoy necesitamos que actúe, sobre todo nuestros gobernantes.
Me ha emocionado saber de gobernadores infectados por el virus, no tanto por su desgracia, sino por ser gobernantes que actúan. Desde luego, no queremos poner en peligro al Presidente, pero también me gusta que actúe y no se resguarde como algunos opinan.
Por qué lo anterior, porque la acción trasciende al hombre del mundo natural, porque el hombre es más que vivir en la tierra y en el mundo. El hombre es un ser que pretende siempre trascender más allá de su materialidad, esto es lo precioso del hombre.
La distinción entre el hombre y los animales, son muchas cosas, pero pasa directamente por la propia especie; sólo los mejores, que constantemente se demuestran que son los mejores y que quieren trascender, que prefieren la fama inmortal a las cosas normales, son realmente humanos.
Ser humano es ya de por sí ser grande, los que se acercan al mundo animal, se satisfacen con cualquier placer que la naturaleza les proporciona, viven y mueren como animales.
Una verdad, lo que somos es nuestro cuerpo y mente, pero quiénes somos se manifiesta en nuestras palabras y nuestras acciones. Por lo tanto, lo que más nos debe de interesar de un acto no es el acto en sí mismo, sino la persona que revela. Mientras más grande sea la revelación, ni duda cabe, le podemos llamar gloria.
Por eso, de nuestros gobernantes y de nosotros mismos queremos, en estos momentos, la más alta revelación. Es posible que nunca sepamos quiénes somos; es algo que sólo los demás pueden ver plenamente. Pero siempre debemos de saber qué queremos ser.
No podemos negar que la sociedad de empleados en que nos hemos convertido hace que abandonemos nuestro ser colectivo, nuestra generalidad humana, y nos abandonemos en nuestra individualidad y nos comportemos como si fuéramos una simple función, en vez de abordar de cara al problema de vivir en comunidad, pensar y actuar realmente por nuestra especie.