En verdad, el político tiene que saber o tiene el deber de saber, que cada tiempo, cada época, tiene supuestos inconscientes sobre cómo está ordenado el mundo, es decir, situarse en el mundo y en su mundo es una obligación de todo político. Situarse fuera de época es un error fundamental.
Incluso, cada tiempo, cada época se expresa a través de ideas, conceptos y categorías, puede verse desubicado un político que se exprese con conceptos y categorías de otra época. Si bien sirven como referencia, no pueden explicar la dinámica del tiempo presente.
De misma manera, en la misma época, en el mismo tiempo, pero lugares y circunstancias distintas se deben de expresar en categorías y conceptos que expliquen esa realidad. Por ejemplo, hubo un tiempo que se acuñó la categoría de “subdesarrollo” haciendo entender que era una antesala al desarrollo.
Sin embargo, el pensamiento latinoamericano nos hizo entender que esta categoría no ayudaba a explicar la realidad de sus países, entonces acuñaron la categoría de “dependencia” que explicaba mejor la situación de los países latinoamericanos, haciéndonos entender que la existencia del desarrollo de los países centrales se debía a la dependencia de los países periféricos.
Hoy, el pensador portugués Boaventura de Sousa nos invita asumir una nueva epistemología que le llama “epistemología del Sur” que es la búsqueda de conocimientos con amplios y fortalecidos criterios de validez que otorguen visibilidad y credibilidad a las prácticas de los pueblos, etnias y grupos sociales que durante la historia han sido dominados, explotados, oprimidos por el colonialismo, cuya fuente es el capitalismo y de su expresión concreta: el imperialismo.
No pretendemos que el político sea un científico social, económico o político, sin embargo, tiene la obligación de entender su época, su tiempo y su espacio concreto.
También es muy importante entender que el conocimiento es un producto cultural, las distintas disciplinas sociales tratan de expresar de la mejor manera de las visiones dominantes del mundo: Acompañar los rompimientos epistemológicos es un deber y una responsabilidad del político. No hacerlo, dará palos de ciego en sus diversas actuaciones.
Incluso, es su deber abrazar nuevas epistemologías que le permitan tener un sustento en la realidad de sus actuaciones, sea para atender a los grupos más desprotegidos o simplemente para consolidar algún proyecto nacional que tenga en mente o que le imponga su partido.
Por ejemplo, para poder emancipar, de una vez para siempre, a los pueblos originarios de América, el político debe asumir que son pueblos que están en resistencia ante lo que se ha llamado la colonialidad, que es una especie de perfeccionamiento, profundización y ampliación del colonialismo.
O de la necesidad de la construcción de nuevos referentes teóricos para que las mujeres logren, también, su emancipación definitiva del dominio de los hombres, que al fin y al cabo son sus amos envueltos en celofán por el Estado, las leyes, los principios y los valores del capitalismo moderno.
El político en suma, no percibe nada en forma objetiva, sino que todo sistema de clasificación en que actúa son supuestos, recibidos y aceptados inconscientemente, por lo que tiene que ser muy sagaz para no verse envuelto y sujetado por todo este sistema de clasificación.
Una regla de oro para que el político se sitúe en su tiempo y en su época, es averiguar lo que realmente se piensa en la época y tiempo determinado, lo que puede dar la pista no es el contenido de lo que se dice, sino cómo lo dicen y qué se da por supuesto y entendido.
Sólo de esta manara el político será mucho más eficaz en sus actuaciones, en sus proyectos y en sus determinaciones. En fin, todo lo anterior sirve para que los políticos no anden como pollos sin cabeza.