Estamos pasando por una época de la humanidad, salvo excepciones, en que los gobernantes salen reprobados. Cada vez más se requieren, no sólo gobernantes populares sino también gobernantes eficaces. El gobernante que presente primero la vacuna en contra del covid 19 será considerado un buen gobernante, a pesar de su larga permanencia en el poder como el gobernante ruso Putin.
Su apariencia será sepultada por su carácter. Su majestuosidad será tan grande como una montaña, porque su acción es igual de grande. Sabe que tiene que dar en el blanco como una flecha o saldrá volando, no hay vuelta atrás. El pueblo ruso sabrá que el tesoro más grande de Putin es el propio pueblo. Los gobernantes ineficaces pueden disfrazarse de leones, pero sus pieles y sus huellas los delatan.
Los grandes gobernantes son los que entrenan su corazón y su mente. No ganan el reconocimiento de sus ciudadanos por su comportamiento usual y cotidiano, sino por lo que quieren y desean lograr. Establecen sus objetivos tan altos como la grandeza de sus corazones y fortaleza de sus mentes. Los grandes hombres nacen para grandes cosas, es una ley de la política.
También es una ley política aquella que señala que la tarea de los políticos debe ser grande, cuanto mayor sea, mayores serán sus esfuerzos. Deben de pensar que sus objetivos y sueños estarán hoy aquí, a lo mejor no importarán ni hoy ni mañana sino en los siglos por venir. Tengan tal sueño, que ilumine sus ojos, y su caminar les diga a la gente que tienen ese sueño.
Algunos gobernantes pretenden salvarse de la angustia de sus problemas de gobierno originados por la pandemia y la crisis económica a través de Dios, creen que Dios los ayudará si tienen fe, a lo mejor el Señor de los cielos los puede ayudar pero a condición que recurran primero a sus propias fuerzas a la ayuda de la razón, de la inteligencia y del carácter.
Será la filosofía política y no la religión quién les ayudará a vivir y gobernar en el difícil mundo de los poderes terrenales a través de la buena formación y de la utilización de la prudencia y la racionalidad. Conociendo el mundo, sus territorios, a su gente, comprendiéndose a sí mismos y a los demás, se pueden superar los miedos, no desde la fe ciega sino desde la lucidez, pues ser lúcido es una condición básica de los políticos.
Los políticos no deben esperar ser salvados por otros, en este caso por Dios, sino por sí mismos. Es un error primario que el político espere ser salvado por otro y no por sí mismo. El sometimiento a dogmas, del signo que sean, le impide al político ser libre, tener autonomía en el saber y en el actuar, tan necesaria en estos tiempos.
Es indispensable que el político aprender a usar a la razón con audacia y firmeza. El miedo al fracaso es un pensamiento mortal para el político, en razón de ello, requiere de una formación sólida para superarlo y encaminarse con optimismo al éxito. El político debe superar las angustias del pasado y del futuro y enfocarse al presente, porque es lo único real que tiene enfrente. El pasado ya no es, el futuro aún no es, no hay que vivir con recuerdos y proyectos, entre la nostalgia y la esperanza. El político debe responder al hoy, más en estos momentos
La lectura de las historias, de los saberes, de los grandes pensadores, le permite al gobernante asegurarse una formación más que sólida que le preparará para el éxito siempre deseado. Vale recordar siempre que la ignorancia es el mayor mal de gobernantes y políticos.
Urge en nuestro país elevar el nivel de nuestros políticos, los jóvenes, mujeres y hombres tienen la palabra, es hora de sustituir a los políticos de hoy, sus comportamientos huelen a rancio y sus capacidades rayan en la inutilidad. Necesitamos una nueva generación de políticos, dignos del pueblo mexicano.
Su apariencia será sepultada por su carácter. Su majestuosidad será tan grande como una montaña, porque su acción es igual de grande. Sabe que tiene que dar en el blanco como una flecha o saldrá volando, no hay vuelta atrás. El pueblo ruso sabrá que el tesoro más grande de Putin es el propio pueblo. Los gobernantes ineficaces pueden disfrazarse de leones, pero sus pieles y sus huellas los delatan.
Los grandes gobernantes son los que entrenan su corazón y su mente. No ganan el reconocimiento de sus ciudadanos por su comportamiento usual y cotidiano, sino por lo que quieren y desean lograr. Establecen sus objetivos tan altos como la grandeza de sus corazones y fortaleza de sus mentes. Los grandes hombres nacen para grandes cosas, es una ley de la política.
También es una ley política aquella que señala que la tarea de los políticos debe ser grande, cuanto mayor sea, mayores serán sus esfuerzos. Deben de pensar que sus objetivos y sueños estarán hoy aquí, a lo mejor no importarán ni hoy ni mañana sino en los siglos por venir. Tengan tal sueño, que ilumine sus ojos, y su caminar les diga a la gente que tienen ese sueño.
Algunos gobernantes pretenden salvarse de la angustia de sus problemas de gobierno originados por la pandemia y la crisis económica a través de Dios, creen que Dios los ayudará si tienen fe, a lo mejor el Señor de los cielos los puede ayudar pero a condición que recurran primero a sus propias fuerzas a la ayuda de la razón, de la inteligencia y del carácter.
Será la filosofía política y no la religión quién les ayudará a vivir y gobernar en el difícil mundo de los poderes terrenales a través de la buena formación y de la utilización de la prudencia y la racionalidad. Conociendo el mundo, sus territorios, a su gente, comprendiéndose a sí mismos y a los demás, se pueden superar los miedos, no desde la fe ciega sino desde la lucidez, pues ser lúcido es una condición básica de los políticos.
Los políticos no deben esperar ser salvados por otros, en este caso por Dios, sino por sí mismos. Es un error primario que el político espere ser salvado por otro y no por sí mismo. El sometimiento a dogmas, del signo que sean, le impide al político ser libre, tener autonomía en el saber y en el actuar, tan necesaria en estos tiempos.
Es indispensable que el político aprender a usar a la razón con audacia y firmeza. El miedo al fracaso es un pensamiento mortal para el político, en razón de ello, requiere de una formación sólida para superarlo y encaminarse con optimismo al éxito. El político debe superar las angustias del pasado y del futuro y enfocarse al presente, porque es lo único real que tiene enfrente. El pasado ya no es, el futuro aún no es, no hay que vivir con recuerdos y proyectos, entre la nostalgia y la esperanza. El político debe responder al hoy, más en estos momentos
La lectura de las historias, de los saberes, de los grandes pensadores, le permite al gobernante asegurarse una formación más que sólida que le preparará para el éxito siempre deseado. Vale recordar siempre que la ignorancia es el mayor mal de gobernantes y políticos.
Urge en nuestro país elevar el nivel de nuestros políticos, los jóvenes, mujeres y hombres tienen la palabra, es hora de sustituir a los políticos de hoy, sus comportamientos huelen a rancio y sus capacidades rayan en la inutilidad. Necesitamos una nueva generación de políticos, dignos del pueblo mexicano.