* Ni el presidente López Obrador, mucho menos el gobernador Alejandro Murat pueden darse el lujo de perder el tiempo. Es la plataforma de lanzamiento de éste a las grandes ligas nacionales.
A querer o no, guste o no, sobre todo a los malquerientes de Pepe Murat, su padre, más que del propio Alejandro Murat, es innegable el crecimiento de su liderazgo nacional.
Éste no es un simple dicho producto de la lambisconería más ramplona, sino simple y sencillamente sustentado en hechos incontrovertibles a la vista de Oaxaca y de México.
Así lo ponen de manifiesto periódicamente de manera reiterada las encuestas realizadas por diversas empresas demoscópicas, como la más reciente de Mitofsky de Roy Campos.
Podemos no estar de acuerdo en los resultados de las estadísticas de las casas encuestadoras, pero ésa es una interpretación y opinión muy subjetiva de las mismas a la que tenemos derecho.
El oaxaqueño Alejandro Murat Hinojosa ocupa el segundo lugar en el Top de los 5 Gobernadores con Mayor Incremento en su Nivel de Aprobación con +3.9 por ciento de junio a julio.
A Murat le supera el Gobernador de Tlaxcala Marco Mena con +4.8, y siguen Quirino Ordaz, Javier Corral y Claudia Pavlovich, de Sinaloa, Chihuahua y Sonora, respectivamente.
Lo cierto es que, salvo los ciegos y sordos que no quieran ver ni oír, Murat es además, el Gobernador consentido y, con sentido, del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero no es producto del azar, de un caso fortuito o de la generación espontánea, ni mucho menos de la casualidad y, sí de la causalidad; es resultado del saber hilar y tejer finamente.
Si algo caracteriza a dos animales políticos en el mejor sentido aristotélico, como Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Murat Hinojosa, es su visión y sensibilidad política global.
Con visión de futuro entienden mejor que nadie su momentum político: Capitalizar a su favor la guerra comercial entre China y Estados Unidos para posicionar a México globalmente.
A lo largo de la historia, nunca como ahora nuestro país había tenido la singular oportunidad de insertarse, irónica y paradójicamente, en un mundo globalizante de carácter neoliberal.
Y para ello, nada mejor que aprovechar las circunstancias de la ubicación geopolítica estratégica global de la cintura del continente americano, localizada en el Istmo mexicano.
La franja continental más angosta, en los estados de Oaxaca y Veracruz, ha sido ambicionada secularmente por Hernán Cortés y los imperios, francés, inglés, yanqui y chino.
Sin embargo, también, nunca como ahora, el Corredor Interoceánico será la medida del éxito o fracaso de la Cuarta Transformación y del Gobierno Juntos Construimos el Cambio.
De tal manera que para pasar a las mejores páginas de la historia patria, Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Murat Hinojosa apuestan al Programa de Desarrollo del Istmo.
Y no falta razón porque al igual que con las dos supercarreteras a las regiones del propio Istmo de Tehuantepec y de la Costa, cambiará el rostro y la calidad de vida de los oaxaqueños.
Las dos estratégicas modernas vías de comunicación incrementarán el circuito de la afluencia turística proveniente de la Ciudad de México y de los estados del centro del país.
La rehabilitación de las vías del Ferrocarril del Istmo como parte sustancial del Corredor Interoceánico y las dos supercarreteras son las arterias del crecimiento y desarrollo económico.
Lo mismo ocurre con la modernización del puerto y la refinería petrolera de Salina Cruz, la única en el Océano Pacífico hacia los Tigres Asiáticos, los cinco países del sudeste asiático.
Pese a la debacle por la peor crisis económica y laboral, que obliga a perder ocho empleos por minuto en México, el desarrollo del Istmo de Tehuantepec será la puerta del progreso.
El CIIT (Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec); aprovechará la posición del Istmo para competir en los mercados mundiales de movilización de mercancías, a través del uso combinado de diversos medios de transporte.
El Programa del Istmo contempla diez centros de desarrollo regional, denominados polos de desarrollo, que incluirán zonas industriales y generarán actividad laboral y económica para un millón de personas.
Paralelamente a la obra, las autoridades hacendarias pretenden reducir IVA e ISR en los 76 municipios en Oaxaca y Veracruz para “superar las condiciones actuales de rezago social”.
Este último “es producto de más de cuatro décadas de estrategias de desarrollo inadecuadas, y de insuficiente inversión pública y privada”, según reconoce el gobierno federal.
Los trabajadores en la región requerirán transporte y nuevos esquemas de movilidad para reducir distancias y hacer eficiente la comunicación entre las ciudades y los polos de desarrollo.
Hay, no obstante, un aspecto al que el presidente Andrés Manuel López Obrador y el Gobernador Alejandro Murat Hinojosa no están prestando la debida atención de manera urgente.
El tiempo juega en contra del mandatario oaxaqueño, pues sólo le quedan dos años, si no se incorpora al gabinete, y no se han concluido las consultas con los pueblos indígenas.
Tampoco se cuenta, inexplicablemente, con las Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIAS) a otorgar por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).
Urge, por tanto, mayor coordinación entre el Gobierno de Oaxaca y el Gobierno federal, que dé como resultado la solución de las diferentes problemáticas sociales, económicas y ambientales.
En caso contrario, dado los engorrosos trámites burocráticos continuará acrecentándose el ya preocupante rezago en los trabajos del Corredor Interoceánico y el Ferrocarril del Istmo.
Ni el presidente López Obrador, menos el gobernador Alejandro Murat pueden darse el lujo de perder el tiempo. Es la plataforma de lanzamiento de éste último a las grandes ligas nacionales.
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