Un grupo de científicos ha detectado fosfina en la atmósfera de Venus. La noticia que este lunes publica la revista ‘Nature’ es un hito astronómico por varios motivos, pero aún es muy improbable que tenga algo que ver con la existencia de vida extraterrestre en el planeta vecino.
La fosfina (PH3) es un gas incoloro, con un característico olor a ajo, que puede formarse en pequeñas cantidades por la degradación de materia orgánica. ¿Significa esto que si hay fosfina en Venus es porque ha habido vida? No. La descomposición es la principal fuente de la fosfina en la Tierra, pero ello no quita que pueda formarse de forma abiótica —sin que la vida influya— en otros planetas. De hecho, desde hace más de 30 años se sabe que está presente en algunas capas de las atmósferas de Júpiter y Saturno.
Los expertos consultados por este periódico explican que la fosfina no es un biomarcador. “En mi opinión, no debería utilizarse el prefijo ‘bio’ mientras no existan pruebas claras e inequívocas de que se trata de algo relacionado con la vida”, sostiene Jesús Martínez-Frías, experto en meteoritos y Geociencias Planetarias del Instituto de Geociencias del CSIC y la Universidad Complutense de Madrid. Con él coincide Jorge Pla-García, investigador en Ciencias Planetarias en el Centro de Astrobiología del CSIC (asociado a la NASA): “La química del cosmos da muchas más opciones para formar este compuesto además de la descomposición de la materia orgánica. La fosfina es un gas que se puede producir por reacciones inorgánicas (de hecho se hace cada día en laboratorios). No sería raro que en Venus se produzca debido a las fuertes presiones y temperaturas”.
“La fosfina es un gas que se puede producir por reacciones inorgánicas. No sería raro que en Venus se produzca por fuertes presiones y temperaturas”
Las condiciones en la superficie de Venus son hostiles a la vida. Debido al intenso efecto invernadero producido por los gases de su atmósfera, la temperatura media ronda los 464 grados. No obstante, en el entorno de su capa superior de nubes —a entre 53 y 62 kilómetros de altura— el clima es templado. En cualquier caso, la composición de las nubes es muy ácida, por lo que solo podría suponer un hábitat adecuado para ciertos microbios extremófilos. Y tampoco hay pruebas de ello.
Además, habitable no es sinónimo de habitado. “Que un planeta tenga características de habitabilidad no significa que por eso vaya a tener vida. Aquí en la Tierra sabemos que la habitabilidad y la vida están relacionadas con la presencia de agua líquida y la química del carbono. Probablemente en otros sitios sea igual. Hasta el momento, las únicas directrices para la búsqueda de vida son estas: el carbono y el agua”, distinguía Martínez-Frías en un artículo publicado en 2017, a raíz de los grandilocuentes titulares sobre una posible zona de habitabilidad alrededor de la estrella TRAPPIST-1.
“Como decía Carl Sagan, afirmaciones extraordinarias exigen evidencias extraordinarias. Y a día de hoy no tenemos tales evidencias extraordinarias todavía sobre la detección de vida extraterrestre. Estas evidencias deben ser unívocas, descartando falsos positivos utilizando múltiples técnicas diferentes con instrumentación independiente de grupos de investigación independientes. Además, para confirmarlo una vez se tengan esas supuestas evidencias unívocas, debe haber consenso en toda la comunidad científica mundial”, sentencia Pla-García.
Los propios autores del estudio, encabezado por Jane S. Greaves, de la Universidad de Cardiff, reconocen que la detección de fosfina no es una evidencia sólida de vida microbiana y que solo indica procesos geológicos o químicos potencialmente desconocidos que ocurren en Venus. Greaves y sus colegas observaron el planeta mediante el telescopio James Clerk Maxwell y el Atacama Large Millimeter en 2017 y 2019, respectivamente. Se toparon con una firma espectral que es exclusiva de la fosfina y estimaron una abundancia de 20 partes por mil millones de fosfina en las nubes de Venus. Los científicos sopesaron diferentes formas en que se pudo haber producido la fosfina: a partir de fuentes en la superficie del planeta, micrometeoritos, rayos o procesos químicos que ocurren dentro de las nubes. Al final, no pudieron determinar la fuente de las trazas.
¿Qué tiene de importante este descubrimiento?
El descubrimiento de fosfina en Venus abre un horizonte de interrogantes. “Existen varias posibilidades geoquímicas y fotoquímicas, que espero se exploren en detalle a partir de ahora gracias a este hallazgo”, alienta Martínez-Frías. “Es un descubrimiento muy interesante, especialmente en planetas de tipo terrestre como Venus. Sabemos que en Venus la actividad volcánica fue muy importante. Existen minerales de fósforo tanto en rocas volcánicas como en meteoritos y rocas lunares. Las implicaciones, de acuerdo con una de las probabilidades que se sugieren en el propio artículo, es que exista un proceso geoquímico o fotoquímico que pueda dar lugar a la formación de la fosfina”.
Para Pla-García, también es un anuncio de especial relevancia. En primer lugar, porque existe aún un gran desconocimiento sobre la química de las atmósferas, de tal forma que conocer más detalles sobre los elementos que componen las de otros planetas puede ayudar a dar pasos en este ámbito de estudio. Asimismo, analizar a fondo las condiciones atmosféricas puede ser clave para ‘seguir el rastro’ de la vida: “El estudio de la evolución de las atmósferas de Venus, Tierra y Marte desde sus orígenes (todo apunta a que sus condiciones iniciales eran similares) es clave para entender los diferentes destinos que siguieron los tres planetas y cómo la vida pudo surgir en los tres pero perdurar solo en la Tierra”.
Fuente: El confidencial